
"En 1936, Arnal describía en la
Revista de Pedagogía cómo se puso en marcha el Grupo Escolar
Joaquín Costa, y destacaba el empeño de los maestros por implicar a
los niños en la gestión de aquella compleja organización, porque era
imprescindible que los alumnos valorasen y apreciasen la escuela. Con
este propósito, redactaron un sencillo texto que durante muchos años
estuvo escrito en un cartel colgado en lugar visible en el Grupo
Escolar, y que rezaba así:
“Niños,
este edificio hermoso y grande es vuestra escuela y es vuestra casa.
El municipio zaragozano lo ha construido con arte y lo ha amueblado
con lujo para que paséis en él las mejores horas de vuestros años
felices, los días más dichosos de vuestra vida. Venid diariamente muy
puntuales, muy limpios y aseados, muy alegres y animosos. No ensuciéis
el suelo ni escupáis en él; no toquéis ni manchéis las paredes; no
rayéis las mesas; no golpeéis las puertas; no vayáis por las escaleras
ni por los pasillos corriendo sin tino. Respetad las plantas y flores
del jardín; no piséis los macizos ni toquéis los tallos de los
arbustos; no ahuyentéis a los pájaros. No hagáis daño a otros niños
durante el recreo ni juguéis de manera que pudierais ocasionar
desperfectos o causaros fatiga y mal. Prestad vuestra ayuda y vuestras
cosas a los compañeros necesitados para que puedan trabajar mejor y
para hacerles más grata la estancia en la escuela que es, no lo
olvidéis, vuestra casa hermosa, grande, alegre, simpática, envidiable,
espléndida”.
Aquel texto era una parte del ideario
que los niños y niñas que ya sabían leer y escribir, reunidos en el
salón de actos de la escuela Costa, copiaron al dictado de Pedro Arnal
pocos meses después de la inauguración del Grupo Escolar. No había que
imponer, a juicio del director, unas normas de fuera adentro. Estos
eran unos principios mínimos de convivencia. La estrategia de Arnal,
cuando aceptó la responsabilidad de poner en marcha un gran grupo
escolar, fue implicar a los niños en la organización de una escuela
que contaba con una treintena de maestros jóvenes y millar y medio de
niños de todas las edades. Algunos de ellos, como recordaba Arnal con
satisfacción, le siguieron desde la escuela de Santa Marta para correr
su misma suerte, buena o mala".
(Juan
Borroy, Víctor Manuel (1998): Pedro Arnal Cavero, un maestro
que apenas Pedro se llamaba, Barbastro, Centro de Estudios del
Somontano Barbastro.
Texto extraido de : http://www.unizar.es/cce/vjuan/puesta_marcha.htm
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